FUENTES DE ABAJO

Alojamiento Rural en San Esteban de la Sierra, Salamanca
San Esteban de la Sierra, Salamanca
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Tipo de alquiler

Precio medio por noche

Por habitaciones:54 €

Capacidad
10

10 + supletorias

Ofertas
0

Descripción

El alojamiento “Fuentes de Abajo” se encuentra en San Esteban de la Sierra, en la comarca de la Sierra de Francia, a escasa distancia de la Sierra de Béjar y estratégicamente situado para visitar el Norte de Extremadura. La hermosa ciudad de Salamanca está a 62 Km y la autovía A-66 a poco más de 20 Km. Fuentes de Abajo dispone de cinco habitaciones equipadas con calefacción central y aire acondicionado, baño privado, televisión y conexión wifi. A disposición del cliente hay una cocina, jardín y amplia documentación sobre la zona.En Fuentes de Abajo se organizan gratuitamente rutas de senderismo, visitas a lugares de interés histórico y bodegas de vinos cuando la estancia es superior a dos noches. En idénticas circunstancias es posible degustar productos regionales.Casa rural Fuentes de Abajo realiza un 10% de descuento para quienes reserven a través de Ruralzoom. San Esteban de la Sierra está dentro de la Reserva de la Biosfera que abarca las Sierras de Francia y Béjar, en el territorio del futuro Parque Natural de las Quilamas y próximo al Parque Natural de Las Batuecas-Sierra de Francia.INSTALACIONESCASA RURAL FUENTES DE ABAJO dispone de cinco habitaciones, tres con cama de matrimonio y las otras con dos camas cada una. Posee capacidad para diez personas. Todas las habitaciones tienen baño privado, TV, calefacción y aire acondicionado: SERVICIOS COMUNES DE ALOJAMIENTO RURAL FUENTES DE ABAJO:Jardín "Los Laureles". Salón comedor. Cocina comedor. Salón de reuniones (*). Biblioteca. Conexión internet gratis. Lavandería (*). (*) Consultar ACTIVIDADES GRATUITAS DE CASA RURAL FUENTES DE ABAJO:- Diversidad de rutas de senderismo. - Visitas de conjuntos históricos de la Sierra de Francia y Béjar. - Itinerario turístico ciudad de Salamanca. - Degustación de productos regionales. - Visita de carácter enológico..*Para disfrutar de nuestras actividades es necesario pernoctar mínimo dos noches y concertar las posibles actividades. CASA RURAL FUENTES DE ABAJO, SAN ESTEBAN DE LA SIERRA, SIERRA DE FRANCIA, SALAMANCA Estratégico lugar desde donde visitar las salmantinas Sierra de Francia y Béjar o las comarcas del norte de Extremadura . El viajero que recorra la enorme planitud de las dehesas del Campo Charro, difícilmente podrá preludiar el sorprendente paisaje de la hundida fosa del Alagón. El vertiginoso descenso le asoma a la discontinua geografía donde se halla San Esteban de la Sierra y la casa rural Fuentes de Abajo. Al acercarse, la majestuosa Peña de Francia y la blanca e ingente Sierra de Béjar aparecerán como telón de fondo al bello paisaje abancalado de vid, olivo y frutales y la rica naturaleza donde se aprecian los influjos mediterráneos y atlánticos. Para quien dirija sus pasos hacia esta tierra la belleza plástica del conjunto serrano será otra nota de sorpresa. El apretado caserío, la estructura urbana de estrechas y tortuosas calles que salvan la pendiente del emplazamiento y la arquitectura tradicional de pétreos muros abajo y paredes livianas de entramado de madera y protección al hostigo en las plantas de habitación, dejarán huella en la retina viajera. Si el visitante participa de sus gentes, sus fiestas y su gastronomía, habrá encontrado una forma mejor todavía de disfrute en el viaje. La Casa Rural Fuentes de Abajo se ha instalado sobre una tradicional edificación agrícola donde tenían cabida cuadras, bodega, pajar y almacén de productos y útiles del campo. En su rehabilitación se han conservado las paredes de granito en semisótano y planta baja así como aquellos elementos que constructiva o estéticamente merecía la pena mantener. El uso de la piedra y el enfoscado distinguen sus fachadas en medio de amplios balcones que iluminan el interior. Fuentes de Abajo ofrece al cliente cinco habitaciones dobles, una de ellas abuhardillada, salón -comedor, cocina –comedor y jardín privado; se encuentra en vías de acondicionar un salón de reuniones en el semisótano abierto. En esta casa , el viajero encontrará todas las comodidades que solicita la moderna sociedad: baño, calefacción, aire acondicionado y televisión en cada una de las habitaciones así como amplia biblioteca en su salón. Además de las confortables instalaciones, el trato directo, la información y la atención al cliente es una de las metas que persigue este alojamiento. Es objetivo de la casa que sus clientes perciban el medio a través de quienes lo han vivido y sentido desde siempre. El paisaje ecológico y estupendas huellas dela pasada Historia permitirán disfrutar de un escenario poco conocido lleno de agradables sensaciones. Ya sea en la localidad o en áreas próximas las alternativas turísticas son múltiples: senderismo, rutas a caballo, itinerarios en bici, esquí , viajes en globo, navegación en catamarán, caza, pesca, visitas culturales (ocho conjuntos histórico -artísticos a distancias inferiores a treinta kilómetros), turismo arqueológico, técnico, religioso, folclórico-festivo, gastronómico......... Cuando la estancia es de al menos dos noches , Fuentes de Abajo incluye en el precio de la habitación, además del desayuno, vino de bienvenida, degustaciónde productos de genuino sabor artesano yun itinerario natural o cultural, éste para grupos mínimo de cinco personas. Entre las posibles opciones se halla la visita de la ciudad de Salamanca, pueblos como la Alberca y Miranda del Castañar, Béjar y Candelario, Ruta de la Plata, Rutas de Trashumancia o valles del Quilama, la Palla o el singular camino de Valero, espacios estos últimos que podrían convertirse pronto en Parque Natural. ¡Si nos visita una vez , comprenderá que su viaje ha merecido la pena!*** RUTA SAN ESTEBAN DE LA SIERRA: “RUTA DE LOS LAGARES RUPESTRES” ***La “Ruta de los Lagares Rupestres” es un itinerario circular con salida desde la Bodega Cooperativa de San Esteban por el camino del Guijarral; recorre los pagos de Bajenoso, Valmedroso, Las Huertitas, Majallana, Muñiquero, Los Pajares, La Jara, Bardal, Majahonda…; aproximadamente doce kilómetros de gran interés visual, estético y educativo, provocador de emociones y posibilidades interpretativas.El itinerario es pródigo en recursos naturales, geomorfológicos, litológicos, botánicos, faunísticos y otros de intervención humana, bancales, fuentes, corrales, restos de hábitat primitivo, poblado de trashumancia local…, constituyendo la diversidad de excavaciones rupestres la huella más señera y a la par más antigua del recorrido.Se conocen con el nombre de pilas, lagares, lagaretas a cavidades en roca de granito realizadas por el hombre en un pasado lejano. Tales estructuras, dispersas por los campos, tuvieron una finalidad económica, primer proceso en la elaboración del vino, tal como se desprende de diversas investigaciones, tanto en la península como en países mediterráneos. Es cierto que la existencia de las mismas en diferentes regiones de la geografía peninsular ha dado lugar a teorías muy dispares respecto a su uso, desde el carácter ritual, al del enriado del lino, curtido de pieles, recipientes donde tintar etc. Salvo la consideración en ciertos casos del vino como ritual parecen descartadas el resto de las teorías para la mayor parte de los lagares de idénticas características de la región mediterránea. Existen en distintos lugares de la Península Ibérica y del Mediterráneo pilas olearias u oleicas que difieren generalmente en la forma de las que aquí presentamos.En el término municipal de San Esteban hay inventariadas más de cien estructuras de esta índole de las que se han señalizado varias que por su cercanía a la vía de paso del recorrido puedan servir al turista para valorar la impronta humana de una cultura poco conocida que en el pasado se extendió por los países ribereños del Mare Nostrum.En Bajenoso pueden verse dos lagaretas cercanas al camino, la primera relativamente bien conservada; en la segunda, el pilón aparece separado de la excavación principal. La primera, además de las dos concavidades cuadrangulares, dispone de anclaje de prensa paralelo a la pila mayor con rebaje circular en el centro del mismo. Parece que el bocín o agujero que posibilitaba el paso del mosto de un recipiente a otro ha sufrido el efecto de la erosión o ha sido roto.En el camino que desde el Alto de Valmedroso sube al Prado Concejo, sobre bloque de granito hay un lagar cuya pila mayor supera los dos metros de longitud. Como en otros casos ha sufrido deterioro en la parte de contacto entre ambas pilas.Desde la ubicación de este lagar no quedan lejos las peñas caballeras del Prado Concejo y las eras sobre lanchón granítico, lugar desde el que se obtienen maravillosas perspectivas.En las Huertitas están señalizadas cinco estructuras entre las diversas existentes. La primera, muy bien conservada, tiene recipiente mayor trapezoidal y conexión a través de bocín con el que denominamos pilón. La segunda, en parte rota, aporta un anclaje de prensa diferente al de Bajenoso con agujero cuadrado frontal y excavación bajo el mismo que permitiera una mejor fijación. El tercero de los lagares de la zona, en el ámbito que se presume estuvo el viejo poblado de Randino, destaca por sus dimensiones. El siguiente, a poca distancia, es lagareta de único recipiente y considerable volumen. No lejos un lagar de doble concavidad y más modesto en proporciones. En los alrededores pueden observarse las estructuras de las antiguas viviendas; a cierta distancia, sin señalización, tumba labrada en roca y un lagar inconcluso.En el pago de Majallana y Prado Jorge hay localizados cuatro lagares que por la distancia de la ruta no aparecen indicados.En el Muñiquero, en zona cercada para el ganado, está el lagar de mayores dimensiones de la localidad. Se halla en muy buen estado de conservación y aporta como novedad dos anclajes laterales diferentes a los ya observados. En un extremo del pilón, una excavación en forma de plato nos muestra el lugar de recogida del último mosto.En los Pajares, en el que fue un corral de cabras hasta finales del siglo pasado, un lagar pequeño en dimensiones y de escasa profundidad. Acerca del mismo nos dice el especialista Orlando Osculli que tiene gran parecido con algunos del Mediterráneo centro-oriental que citaba Homero y utilizaban para la elaboración de un vino dulce muy apreciado, tipo vino pasa.Merece la pena detenerse ante las casetas y corrales arruinados, contemplar su arquitectura, distribución y las soberbias vistas que alcanzan hasta el Macizo Central de Gredos.Más adelante del núcleo principal de los Pajares, el esqueleto de lo que fuera una caseta de cierta entidad con la era delante del caserío y los corrales.Comenzado el descenso y a la izquierda del camino la conocida Era del Tío Pablo, de características similares a la anterior y en muy buen estado de conservación.Traspasada una caseta restaurada y junto a curva pronunciada, el camino de la izquierda nos lleva hasta el último lagar señalizado del recorrido. Limpiado recientemente por sus propietarios nos permite ver una lagareta con otro modelo de anclaje de prensa que hasta hace poco ocultaban tierra, piedras y matorral.En la Cruz del Monte, un mirador donde recrearse con el paisaje de las Sierras de Francia y Béjar, la ubicación de pequeños pueblos, lugares naturales y antrópicos de gran interés.Texto y fotografía: Joaquín Berrocal Rosingana.** CAMINO DE VALERO (San Esteba de la Sierra - Valero) **Próximos entre sí e incomunicados directamente por vía rodada, San Esteban y Valero se han relacionado históricamente a través del "camino", un camino hacia el esfuerzo y la subsistencia difícil de apreciar en toda su belleza cuando el paisaje era trabajo para vivir y no disfrute de los sentidos. Hoy, la sociedad del ocio, descubre en este itinerario un bellísimo mosaico de naturaleza e historia que no deja indiferente a ningún viandante.Dicen los propios del lugar: "la distancia es de una legua y el recorrido tuerto, muy tuerto". Aquí, para indicar que el trazado o la caligrafía no sigue la línea recta es común la expresión: "esto es más tuerto que el camino de Valero".Iniciamos el itinerario en el borde inferior de San Esteban. A nuestra espalda queda un núcleo en cuesta de perfil similar al de otros de la Sierra de Francia, calles empinadas donde ejercitar las piernas y la respiración, casas para mirar hacia lo alto, descubrir las tabiqueras de adobe, tejas en las fachadas, los balcones o solanas y los aleros salientes.Junto a nosotros, en este extremo del pueblo, un armónico rincón, la Fuente Abajo o las Fuentes de Abajo, ya que son dos las que alumbran en el lugar. Una de las fuentes alimenta el pilar y la poza; la otra, una pequeña pila granítica, tradicional lavadero de nueces. En la actualidad todas las aguas son aprovechadas para el riego de pequeños huertos del vecindario. Tiempo atrás su uso fue mayor, tanto para el consumo en las casas como para abrevar la abundante ganadería mular. Restaurado recientemente el conjunto, se han preservado las abovedadas construcciones y el firme del regato donde se concentran en tiempos de lluvia la mayor parte de las aguas de la población. A uno y otro lado del camino sorprenden los espléndidos laureles, siempre verdes y de uso generalizado en los platos serranos.Se inicia el descenso hacia el río por un camino amplio, en parte empedrado. Discurre éste entre paredes que acotan y sujetan la tierra del minifundio de huerta, del viñedo y el frutal. Sin duda alguna, estas diminutas parcelas están entre las más intensamente trabajadas de la localidad. A la derecha del camino no pasarán inadvertidos los viejísimos olivos, uno de ellos tan horadado y escasamente sujeto a tierra que parece aérea escultura.Antes de llegar a la primera bifurcación, una gran losa de granito sirve de dintel a la puerta que da acceso a varios huertos. La herrumbrosa verja parece haber resistido el paso del tiempo y seguir cumpliendo la misión de mantener protegida la privada propiedad.Giramos hacia la izquierda para dirigirnos hasta el mal llamado "puente romano". Antes, pasaremos un pequeño pontón elevado en el regato que recoge el caudal de la vertiente de San Esteban y junto a la piedra que marca el nivel alcanzado por el Alagón en la mayor avenida conocida.Como preludio de paisaje donde confluyen diferentes litologías (granitos y pizarras), el puente sobre el Alagón se adorna de unas y otras piedras aunque la estructura principal de sus cuatro arcos sea de sillares de granito. Se trata de un puente ligeramente elevado en la zona central y con suave serpenteo Sureste -Noroeste. Acerca del mismo nos dice Madoz que es obra del "año 1388, a juzgar por este número que aparece grabado en una de sus piedras principales, y en uno de sus cuatro arcos; es de piedra, bastante elevado, cincuenta pasos de largo y cinco de ancho, con sus pretiles hasta el pecho de un hombre". Bajo el arco principal la erosión fluvial ha dejado su impronta en hermosos pilancones, algunos de ellos colgados por encima de la corriente. Aguas arriba, los bosques de ribera engalanan un tramo del río, sobresaliendo la galería de alisos. Aguas abajo, lisos y duros canchales forman el salto del Chorrero.Desde el puente contemplamos la piramidal imagen del Pico Tiriñuelo, otrora abancalado y cultivado hasta la cima. Aunque permanecen esmerados cultivos en terrazas otros han desaparecido y al compás del abandono, las leyes de la naturaleza poco a poco han impuesto a viejos y nuevos dueños, plantas autóctonas y otras que han surgido tras la intervención humana.Al salir del puente, el camino correcto es el de la izquierda que pasa junto a las ruinas de un "pote", lugar destinado en el pasado a la fabricación de aguardientes y alcoholes. El camino que asciende por encima del que nosotros tomamos conduce hasta San Miguel de Valero. Es el llamado Atajo.Pronto encontramos un pequeño arroyo al que se conoce como regato del Arroyo o simplemente El Arroyo. De nuevo un pontón de un solo ojo con pretiles en parte restaurados. La corriente, como la del Alagón, sufre los rigores de estío y la pérdida de caudal, de tal forma que puede verse a veces completamente seco. Fresnos, mimbres, cicuta y maraña se adueñan de orillas y parte del cauce. Es la colonización que busca las aguas y apura hasta la última gota. Tiempo atrás, en cualquier época del año, era frecuente la imagen de la mujer reclinada sobre las aguas lavando las ropas del hogar. Utilizaba el jabón hecho en casa y secaba las prendas al sol, encima de las piedras o sobre el matorral de espinos y carrascas. Dura tarea ésta si tenemos en cuenta que además del lavado, el frío o el calor y peso de la ropa era necesario cargar con la tajuela y los barreños de zinc o las banastas de tiras de castaño.Desde aquí, el color de la tierra pasa a ser ocre ferruginoso. Diferente es también la dureza, la textura, el crecimiento de plantas y hasta el aprovechamiento del hombre. El camino asciende por cuesta llevadera dejando en el fondo huertos protegidos por las paredes de lo que fueran otros más viejos "potes". Una pesquera, la Pesquera de Abajo, apenas se percibe entre el verdor del bosque galería.Llegamos a un tramo de camino empedrado, con cortes de agua para evitar abarrancamientos. En este escabroso escenario, ciclópeos bloques forman las paredes que sujetan la artificial ruta de la que dice el Padre Morán que estamos ante un camino de la prehistoria.El Alagón toma un giro de noventa grados bajo el Monte de El Salto, curioso topónimo de origen romano, saltus-us, cuyo significado es precisamente "monte". Ruinas de un molino, un charco llamado Molino y otro Nogal son parte del panorama a nuestros pies.Seguimos ascendiendo por la "Cuesta del Cancho", tan protegida y bien orientada al naciente que es una delicia en las mañanas soleadas de las estaciones intermedias. A trechos el empedrado está bien conservado. Quizá todavía perduran las últimas reparaciones de aquel hacendoso hombre llamado Fulgencio y cuyo trabajo dejó huella en el monte del Cancho. Hablan de que pocos movieron tantas piedras como él.Jaras pegajosas y algunas plantas aromáticas nos acompañan a través del más delicioso itinerario, seductor en todo momento, especialmente cuando llega la primavera.Lejos quedan los tiempos en los que las jaras de la cuesta alimentaban potes y panaderías. Más cerca pero olvidado por muchos, las estaciones del año en las que las cabras abrían trochas entre el matorral y los hombres cortaban haces de encina, quejigo, olivo y alcornoque para el alimento caprino en las cuadras. Las caballerías cargadas con banastos, serones, costales o aguaderas, frecuentes hasta cerca del siglo XXI, también han dejado de transitar por estos caminos. El excursionista con la mochila a cuestas ha tomado el relevo.A punto de acabar la pendiente, nos encontramos a altitud similar a la de la población de San Esteban. El horizonte se amplía y nuestra vista alcanza hasta la ingente mole nevada de la Sierra de Béjar.El camino tuerce hacia la derecha al unísono de la topografía y la corriente del río. Una nueva perspectiva se abre ante nosotros. La vertiente opuesta del Alagón es una umbrosa fronda donde sobresale el bosque de castaños entre quejigos, algunos robles y un denso matorral de madroñeras, durillos, arces...... Mirando hacia el fondo, siguiendo el curso del camino, frente a redondeces orográficas, destacan los aserrados Canchales de la Palla y la singularidad pétrea de la Peña de Francia ¡Qué estupenda imagen¡El camino de tierra, estrecho y rodeado de matorral, pronto empezará a descender con suavidad. La ruta acertada es clara. La senda que surge a la derecha se ha ido cerrando en los últimos años y dificulta la ascensión al Pico del Cancho, uno de los mejores miradores de San Esteban y entorno.Cualquier caminante percibe que la senda seguida deja a uno y otro lado paisajes intensamente humanizados desde tiempo inmemorial. Toda esta abrigada ladera fue aterrazada desde el río, dibujando una enorme escalinata que llegaba hasta el mismo pico del Cancho. Pocos bancales se salvan del abandono; tan sólo algún cuidado olivar se mantiene entre tantos paredones cubiertos de jaras, quejigos, madroñeras, torviscos, espinos y un sinfín de especies. Algunas vides y olivos se resisten ante tanto invasor y extienden alargados sarmientos o expanden la abandonada aceituna de la que surgen pequeños acehuches.Llegados a una sinuosidad profunda a partir de la cual se vuelve a empinar la senda (Hoyo Gitano), el bosque se ha hecho el señor de algunos de los mejores campos del pasado. Nada permite adivinar el aprovechamiento del agua y el terrazgo en los bancales entre tanto quejigo y hojaranzo que pueblan la escena. Tiene este paisaje una especial belleza; huele a verde y tierra con la lluvia; a violeta, brezo y delicado narciso entre febrero y marzo. En el Hoyo Gitano, la densa vegetación impide ver más allá. Es un trozo de naturaleza cerrado, hozado por una cada vez mayor prole de jabalíes y paraíso para el anidamiento de aves.A poca distancia, un pequeño bosque de encinas forma una bóveda arbórea sobre el camino. Este regalo de la naturaleza es de gran alivio cuando se hace la ruta a pleno sol en los días calurosos. Pronto, el horizonte se expande y vemos el serpenteo del río, las repoblaciones de eucaliptos y pinos de la Sierra y también los Canchales de la Huanfría. No faltan las paredes de pizarra a nuestro paso ni tampoco los restos de olivares, olvidados en los últimos años.Nos acercamos al regato la Birrienga (para los habitantes de San Esteban, Valdecabras). Los huertos que, tan profusamente se cultivaron hasta hace poco, se han dejado perder. Fruto del esfuerzo y la necesidad fueron esas arriesgadas paredes que de manera artificial crearon un espacio para el cultivo. Las aguas del regato corren limpias y salvo en lo más caluroso del estío pueden servir para saciar la sed del caminante. En la parte inferior de los huertos, zona de no sencillo acceso, cuando el caudal del regato es abundante se forma una bella cascada, donde entre el rumor de las aguas y el esplendor de la naturaleza es posible pasar el tiempo sin nada en que pensar.En el repecho del camino hacia las Majadas, nuevamente divisamos San Esteban y las nieves de la Sierra de Béjar. También un tramo de río bellísimo, Las Vaderas, impresionante por el color y el desarrollo arbóreo de la ribera.Las Majadas, campos de vid y olivo, tierras buenas en medio de tan pobre geografía, han resistido la afrenta de los nuevos tiempos pero parece que, como tantos y tantos lugares, tienen los días contados. Este debió ser lugar aprovechado por el hombre desde tiempos remotos, incluso como asentamiento temporal. Llama la atención un bloque de granito al borde del camino, en medio de litología tan distinta. ¿Desde dónde fue traído y con qué medios? ¿Qué fines cumplió? De intervención humana, más reciente en el tiempo, es la repoblación de pinos del entorno. Esta presencia arbórea no impide que el matorral de jaras y brezos sea dominante en el paisaje. Dispersas madroñeras que durante el otoño e invierno nos regalan flor y fruto a la par nos sorprenden ahora con el maravilloso verde de sus hojas lauriformes.Más adelante, a ambos lados del camino y próximos a una senda que sale a la izquierda se contemplan varias piedras alargadas y redondeadas cuya forma y concentración podrían hacernos pensar en obra humana.El regato Valdecabras, (Birrienga para los naturales de San Esteban) nos aproxima a otra interesante zona humanizada. Algunos frutales, higueras, cerezos y melocotoneros, así como huertos de subsistencia, los hemos visto cultivados hasta hace poco tiempo; otros bancales próximos han corrido la misma suerte de tantos y tantos paisajes a los que la presión humana sacó provecho durante siglos y olvidó con el cambio económico o cuando las fuerzas de la envejecida población comenzaron a menguar.Discurrimos después por tierras de viejas y redondeadas formas, por suelos esqueléticos de brezos y jaras. El camino no ofrece dificultad y nos permite divisar el Torozo, la “Junta de los Ríos”, la Palla etc., mientras dirigimos nuestros pasos a Valero siguiendo ya el valle del Quilama, el cristalino río de fragosos escenarios que da nombre a estas tierras y al Parque Natural de las Quilamas ¿Será cierto que en algunos de estos espesos matorrales todavía señorea el lobo cerval? Hemos visto a la esquiva cigüeña negra y sabemos de su anidamiento; también vemos a trechos sobrevolar a los buitres y allá en los canchales del fondo es evidente que crían. Huellas de jabalíes se aprecian a menudo, no así la del antes abundante conejo. Dos perdices, ¡qué casualidad¡ han salido al borde del camino.Al compás del ritmo viajero, nos asaltan preguntas sobre la historia anónima de hombres y naturaleza en espacios tan singulares y enigmáticos. Probablemente el camino oculta muchos sinsabores, en medio de sutiles satisfacciones ¡Cuánto trabajo de carboneo, pastoreo, de aterrazamiento, de ir y venir cada día al trabajo constante, muchas veces sin remuneración ni fruto alguno¡ ¿ Quién recuerda al pastor en las interminables jornadas expuesto a todos los agentes meteorológicos? ¿Quién al constructor sudoroso moviendo tierra y piedra? ¿Cuántos saben de “La Inés y Fernandico” que descalzos y con la cesta como compañera iban a recoger las medicinas a la farmacia de San Esteban?En contadas ocasiones al año, cuando llegaban las fiestas de San Valero y El Cristo, así como en los días de caza, el regocijo se apoderaba del camino. A pié o en caballerías era la oportunidad de disfrutar y ver, aunque por poco tiempo, un paisaje diferente. La tradición del ir y venir por el camino no se ha perdido totalmente, ahora no por carecer de medios de locomoción sino por reencontrarse con el pasado.Cabe preguntarse, ¿sintieron quienes tanto trabajaron, la luz, la floración, los olores, los colores, los cambios constantes del relieve, el aire fresco sobre sus rostros, la sombra de la encina o de un canchal, el agua fresca de fuentes o regatos ? Seguro que en el diario esfuerzo hubo un placer callado y nunca escrito ante el olor del cantueso, del orégano o la mejorana; ante la flor del brezo o de la jara; ante el alivio del descanso a la sombra de la encina; ante la sed saciada en una fuente limpia y cuidada. Posiblemente el sentir de las pequeñas cosas, de los continuos cambios de la naturaleza, hizo felices a los hombres que tantas fuerzas dedicaron a tan bella pero pobre y compleja naturaleza. Tal vez el duro medio provocó arraigo y el hombre, sin lugar a donde ir y sin nadie a quien quejarse ni a quien pedir, se hermanó con la naturaleza y así vivió durante siglos. Cuánta huella de la historia en el secular trabajo del serrano, en los caminos empedrados y colgados en el vacío, en los cauces domeñados, en las artesanas paredes, en la diversidad de escaleras de acceso, en esos paredones que sostienen un pie de olivo y cuya tierra probablemente fue transportada a hombros...Ante la marea humana que transita los caminos también podemos preguntarnos si lo hacen por moda, snobismo, deporte, si se sienten impregnados de los diversos matices del paisaje, de sus hombres y su historia. Es posible que la historia se repita de otra forma y que el camino del esfuerzo para sobrevivir se haya transformado en camino de peregrinación para huir del mundo urbano y vivir, quizás sobrevivir a la vorágine de los tiempos. Cabe pensar que para el hombre de hoy es como la vía peregrina cuyo significado va más halla del mero deporte.Es difícil no emocionarse ante tan maravillosas perspectivas, ante cada recodo del camino, ante ese muro de pizarra que sostiene el empedrado de otro empinado sendero de herradura que asciende sin cesar. Es preciso ver y detenerse ante el arriscado paso que tenemos ante nosotros. Grandioso, sin duda, el punto al que hemos llegado. Es un espolón rocoso donde el camino discurre suspendido sobre el abismo que media entre el Cancho de Valero (Balcón de Pilatos) y el curso del río Quilama. Este balcón, protegido por humana intervención, es uno de los más sobrecogedores puntos de nuestro recorrido. Pisamos sobre descarnada piedra que suena a hierro y sobre nosotros se apilan desnudas pizarras. Algunas se tiñen de amarillos líquenes, de tan llamativos colores que resultarían difíciles de imitar por el mejor pintor. En la ladera de enfrente crecen espesos matorrales en increíbles declives y las terrazas protegen cultivos. Al fondo, por un lado, avistamos Valero; por el otro, la Junta de los Ríos y el Torozo ¡Qué estupendo sitio para descansar y relajarse con la mirada¡Nuevamente la protección del suelo con piedras cruzadas en los tramos de descenso, unas veces obra del hombre y otras aprovechando los estratos naturales; caminos de tierra allí donde las fuerzas de la naturaleza tienen menos posibilidades de destruir, donde el bosque de encinas y el matorral preservan el terreno.En el descenso un pequeño humedal. Un lugar fresco donde los jabalíes se han revolcado y donde sentimos el especial olor de la naturaleza en estado puro. Bajo el camino un precioso encinar de ladera nos detiene de nuevo. Qué cúmulo de sensaciones puede proporcionar tan bravío y estupendo paisaje.El camino nos conduce hacia nuestro destino sin sobresaltos. Cruzamos un pequeño arroyo, reconducido por el hombre entre paredes. Cruzamos otro totalmente seco. Al lado, bancales de magistral perfección en su ejecución. Son obras de artesanos canteros que sin duda transmitieron conocimientos de generación en generación ¡Son tantas y tan perfectas las paredes existentes¡El espacio agrícola se agranda cerca de Valero. Estupendas viñas, olivos y huertos acompañan nuestros pasos. Al otro lado del Quilama, entre los paredones de los tradicionales cultivos mediterráneos, los cerezos ponen nota distintiva en el paisaje. Algún naranjo, entre frutales y huertos, da mayor variedad al rico escenario humanizado.Una voluminosa encina nos cobija antes de llegar a la fuente que riega los cuidados huertos y frutales de este entrañable paisaje.Estamos en Valero. Hemos llegado hasta su plaza de toros, concurrida mediado el invierno allá por San Valerio. Tal como reza el dicho popular, “el 29 de enero, toro en Valero”. El paso del puente sobre el pequeño arroyo nos lleva a este originalísimo enclave que a pesar de la hostil naturaleza ha sobrevivido a lo largo de la Historia y que gracias a su ingenio se ha convertido en el más sabio pastor trashumante de abejas de la geografía serrana.* Este sencillo artículo es un humilde pero sentido homenaje a cuantos hombres y mujeres han habitado estas tierras, han trabajado como nadie y han legado un patrimonio que poco a poco se oculta a los ojos. Es el reconocimiento hacia tantos y tantos anónimos artífices que no tienen nombre en la historia pero la hicieron domesticando el paisaje y en el ir y el venir del camino.
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